Invitados a la mesa
Aunque muchos crecimos en la religiĂ³n catĂ³lica y se nos hacĂa ver que no podĂamos comulgar por muchas razones, la verdad es que todos estamos invitados a Su mesa. Tenemos un lugar y podemos ir a la mesa de nuestro Dios. Evidentemente, debemos hacerlo con un corazĂ³n contrito, limpio y arrepentido.Â
Los primeros cristianos resaltaron claramente la importancia de la comuniĂ³n en el libro de Hechos 2:42 (NTV) donde dice: Todos los creyentes se dedicaban a las enseñanzas de los apĂ³stoles, a la comuniĂ³n fraternal, a participar juntos en las comidas (entre ellas la Cena del Señor), y a la oraciĂ³n.
En la iglesia de los primeros tiempos, lo hacĂan, como vemos en Hechos 2:46-47 pues dice: Adoraban juntos en el templo cada dĂa, se reunĂan en casas para la Cena del Señor y compartĂan sus comidas con gran gozo y generosidad,todo el tiempo alabando a Dios y disfrutando de la buena voluntad de toda la gente. Y cada dĂa el Señor agregaba a esa comunidad cristiana los que iban siendo salvos.
Pero, ¿por quĂ© es importante la comuniĂ³n cristiana? Porque compartimos. Estamos llamados a reunirnos en hermandad para recordar a JesĂºs juntos y rendir honor a que fue Su sangre, la del nuevo pacto, la que lava nuestros pecados. Lo hacemos para recordarlo y honrarlo.
He aquĂ, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entrarĂ© a Ă©l, y cenarĂ© con Ă©l, y Ă©l conmigo.
Apocalipsis 3:20 (RVR 1960)
Sentimos, al hacerlo, que al comer el pan que simboliza Su cuerpo, estamos dispuestos a vivir como Él, a procurar ser mĂ¡s parecidos a Él. Y el vino nos recuerda Su sangre que fue derramada por nosotros, para el perdĂ³n de nuestras faltas. Lo hacemos con reverencia y en Su memoria.
Lavar nuestras manos y limpiar nuestras faltas antes de ir a la mesa
AsĂ como tenemos la costumbre de lavar nuestras manos, sĂ necesitamos confesarnos antes de recibir los elementos de la Santa Cena, con Dios, pedirle perdĂ³n por nuestras faltas. Él nos perdona y nos invita a Su mesa, a compartir Su sangre y Su cuerpo en hermandad con nuestros miembros de la iglesia o del servicio.Â
Son costumbres que tienen razones de ser. Consumimos ciertos alimentos, como el pan, con la mano. Vamos a recordar a Dios, a quien invitamos a habitar en nosotros como Señor y Salvador, y no podemos tener el alma sucia u opacada por cosas que no le agraden.Â
Al examinarnos, debemos darnos cuenta si tenemos faltas pendientes por confesar y llevarlas a nuestro Dios. Arrepentidos de ellas, nos limpiamos con Su sangre y consumiremos los elementos de manera correcta.Â
Por lo tanto, cualquiera que coma este pan o beba de esta copa del Señor en forma indigna es culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor.Por esta razĂ³n, cada uno deberĂa examinarse a sĂ mismo antes de comer el pan y beber de la copa.Â
1 Corintios 27-28 (NTV)
Pero todos estamos invitados a la mesa. A todos nos dio el libre albedrĂo para decidir si estamos con Él o no. Si tenemos una relaciĂ³n con Él y sentimos Su apoyo, Su amor y Su paz o si seguimos como veletas movidas por las circunstancias de la vida.Â
OraciĂ³n del dĂa
Padre Amado de mi vida. Doy gracias por todo tu amor, tu bondad y misericordias que son nuevas cada dĂa. Bendito seas, mi Dios, porque nos amas tanto. Gracias por Tu amor incondicional, por invitarnos a la mesa, nuestro Todopoderoso y Gran Rey.Â
Nuestro Dios Ăºnico, verdadero y vivo, que yo permanezca en Tus caminos, en Tus sendas mi Dios. No permitas que me desvĂe y ayĂºdame a revisar mi vida cada vez que voy a recibir los elementos en la Santa Cena para recibirla limpio por  Tu perdĂ³n. Bendito Dios, gracias y amĂ©n.
AplicaciĂ³n
Si alguna vez no te sentiste con deseos o con propiedad de recibir la Santa Cena, ¿nos puedes compartir el por quĂ©?
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